domingo, 21 de octubre de 2012

Dos relatos breves de "Los signos" de Pablo De Santis.

Ruidos nocturnos.



Tengo el sueño intranquilo. Apenas oigo un ruido me levanto en medio de la noche y recorro la casa para ver si todo está en orden. Tomo un vaso de agua, la cañería resuena como el vientre de un monstruo. Mis pasos despiertan a mi vecino, que se inquieta y se levanta, despertando a otro, que a su vez despierta el sueño de alguien más, provocándole una pesadilla de la que despierta con un grito. En casas alejadas oyen ese grito, y los nuevos movimientos despiertan a otros vecinos de más lejos aún.
Finamente, después de recorrer la casa me vuelvo a dormir. Pero la ola de alarma y de miedo ya alcanza los rincones últimos de la ciudad.

El tapiz.


Entré en la tienda del anticuario Espinosa para mirar el tapiz del que tanto me habían hablado. Estaba colgado en una pared, entre una armadura japonesa y  una muñeca de porcelana.
La escena parecía vista a través de la lluvia o de la niebla.
Contra un cielo gris, una mujer de cabellos dorados sostenía una rama de olivo. Hubiera dado cualquier cosa por conocer a la mujer que había inspirado aquel tapiz.
-Es hermoso -dije. Lamenté de inmediato haberlo alabado, lo que aumentaría el precio-.  ¿Cuánto cuesta?
-No está en venta -respondió Espinosa-. Pero ... cómo sabe si es hermoso si lo está mirando al revés? Lo dejo así para que no se llene de polvo.
Espinosa dio vuelta la tela. Del otro lado de la trama la mujer era un cadáver de ojos hundidos y piel amarillenta.
Sostenía una vara retorcida llena de espinas que goteaban sangre y su cabello era un manojo de serpientes.


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